El carnicero y el pájaro by Alaina Urquhart

El carnicero y el pájaro by Alaina Urquhart

autor:Alaina Urquhart [Urquhart, Alaina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-09-13T00:00:00+00:00


20

La sección primera del cementerio de St. Louis se alza imponente a la izquierda. Los secretos oscuros del pasado contenidos entre sus muros blancos se ven reforzados por el horror actual. Wren imagina a las hileras de difuntos viendo a ese monstruo hacer de las suyas. Los ha convertido a todos y cada uno de ellos en testigos involuntarios de los crímenes cometidos en el interior de ese camposanto.

Se acerca la ambulancia y su sirena se hace oír por encima del bullicio callejero. Leroux aparca detrás del coche de Will. Sin hablar, Wren y él salen al aire denso del exterior. Los agentes que se encuentran en la escena doblan de pronto la esquina, serios y empapados ya en sudor.

—Ni rastro en los alrededores. Las puertas están bien cerradas. Landry y Knox están dentro, despejando el acceso a la parcela 1503.

Will parece más serio que nunca y Wren sabe por qué.

—¿Alguna novedad? —pregunta ella.

Él niega con la cabeza y guiña los ojos para protegerse del sol.

—Nada.

Entra la ambulancia y apaga la sirena. Dos sanitarios bajan de un salto y sacan su equipo de un pequeño compartimento en el lateral del vehículo.

—Vamos para allá; tráete a estos chicos, ¿vale? —le dice Leroux a su compañero señalando al hombre y a la mujer que acaban de bajar de la ambulancia. Will asiente y, apartándose un momento, pone al día a los sanitarios antes de seguir a Leroux y a Wren.

El cementerio más antiguo de Nueva Orleans se extiende ante ellos como si fuera interminable, pero son los corredores serpentinos los que provocan esa sensación. El silencio espeluzna. En ese sitio es como si se hiciera el vacío. Aun con el bullicio de la ciudad al otro lado de sus muros, a Wren le cuesta percibir un solo ruido, algún indicio de vida. Solo se oye electricidad estática. Los muertos guardan bien sus secretos.

Girando a la derecha, se dirigen a las escasas parcelas donde hay tumbas. Todo está tranquilo. Hasta el cuervo grande que se ha posado en una sepultura cercana está inusualmente callado. Los mira y se mece un poco sobre la piedra medio derruida en la que clava las garras. Wren se pregunta si habrá ido allí a presenciar el descubrimiento.

—¡Palas! ¡Necesitamos palas! —grita la forense al ver la tumba recién cavada en una zona del cementerio en desuso.

Leroux corre por instinto hacia la tierra levantada y ve algo más. Los agentes cubren enseguida los alrededores. Con las armas desenfundadas, rondan y registran la zona en busca de alguna trampa. Wren ignora el descubrimiento del inspector y se dirige veloz al cobertizo del encargado, que tienen a su espalda. Como era de esperar, está cerrado con llave, pero hay una pala apoyada, de forma muy oportuna, en la pequeña construcción. La agarra y vuelve corriendo con Leroux, que le planta delante de la cara el objeto que le ha llamado la atención nada más llegar y que emite un ruidoso tictac.

—Un temporizador de cocina —dice sin aliento—. Coincide con la alarma que hemos encontrado en la otra escena.



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